El débil sonido del correr de las aguas
del rió cada vez se hacía más fuerte conforme iban avanzando por la extensa
llanura. Era el primer vestigio que habían tenido durante toda la tarde, de su
destino, desde que habían salido del pueblo, cansados de los paquetes que
llevaban encima y del largo camino sin descanso, los ocho amigos, deseaban
hallar el rió para poder parar a descansar y así pasar la noche, ya que el sol
empezaba a caer entre las montañas del valle. Aquel débil sonido se hacía cada
vez más poderoso conforme avanzaban dándoles fuerza y ánimos para seguir
adelante.